2. El batllista le dijo al blanco nacionalista: “Y bueno, hay que reconocer que ustedes han tenido a veces una actitud antimperialista que nos faltó a nosotros”. El blanco nacionalista le dijo al socialista: “Quizá a mí me falta tu obsesión por la justicia social”. El socialista le dijo al demócrata cristiano: “Yo creo que nuestras discrepancias acerca del cielo no tienen por qué entorpecer nuestras coincidencias sobre el suelo”. El demócrata cristiano le dijo al anarco: “¿Sabes qué rescato yo de tus tradiciones? Ese metejón que tienen ustedes por la libertad”. El anarco le dijo al prochino: “Pensándolo mejor no está mal que se abran las cien flores”. El prochino le dijo al bolche: “¿Qué te parece si hacemos una excepción y coincidimos en eso de la justicia social?” El bolche le dijo al trosco: “Ojalá fuera cierto lo de la revolución permanente”. El trosco le dijo al foquista: “¡Ustedes por lo menos se arriesgan, carajo!” El foquista le dijo al militar progresista: “No creo que ustedes, como institución, vayan alguna vez a estar del lado del pueblo. Pero puedo creer en vos como individuo”. El militar progresista le dijo al obrero: “Cuando suene aquello de Trabajadores del mundo uníos, ¿me hacés un lugarcito?” Y así sucesivamente. “Apunten” dijo el gorila acomodándose el quepis. Entonces los soldados le apuntaron a él. Por las dudas no gritó: “¡Fuego!” Se quitó el quepis, lo arrojó a la alcantarilla, y algo desconcertado se retiró a sus cuarteles de invierno.”
Mario Benedetti, “Oh quepis, quepis, qué mal me hiciste” en Con y sin nostalgia (1977).
Parece que el militar progresista regresó de sus cuarteles... pero esta vez para responder a los que los utilizan como guardias pretorianos...
¡¡NUNCA MÁS!!
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